La inteligencia no es más que medio hombre. Y no precisamente lo mejor de él. José Martí.
Los aspectos emocionales del hombre han sido siempre una preocupación para los que se han dedicado a descifrar el comportamiento de la más social de las criaturas de este planeta.
Los motivos que nos impulsan a alcanzar metas increíbles, ha superar nuestras capacidades, ha revertir los fracasos en triunfos y sobre todo a tratar de establecer relaciones con el resto de nuestros semejantes, han sido objeto de desvelo para innumerables científicos, filósofos y pensadores.


Algunos estudiosos relacionados con este tema se interesaron por la relación entre las emociones y la inteligencia, pero sin dar pasos de avance significativos.

En 1920 cuando el psicólogo Edward Thorndike definió la Inteligencia Social, una de las precursoras de la Inteligencia Emocional, muchos detractores del tema comenzaron a juzgar el aspecto sicométrico de esta definición.
Este autor planteó que la inteligencia general podía dividirse en tres facetas: la inteligencia abstracta, la inteligencia mecánica y la inteligencia social, tal y como se muestra en la figura #1, esta última la definió como: "la habilidad para comprender y dirigir a los hombres y mujeres, muchachos y muchachas, y actuar sabiamente en las relaciones humanas".

Napoleon Hill
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